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ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD PABLO VI
A LA JUVENTUD FEMENINA DE ACCIÓN CATÓLICA


Sábado 4 de julio de 1964

 

Debemos un saludo especial al grupo más numeroso de esta audiencia, que el aflujo de tantos visitantes, todos dignos de nuestra buena acogida, hace, por fuerza de las cosas, colectiva: es el grupo de las señoritas participantes en el Curso nacional de Estudios para la Presidencia Diocesana de la Juventud Femenina de Acción Católica.

Este encuentro nos brinda una ocasión propicia para ofrecer un saludo especial a la nueva presidenta central de la magnífica organización de esta juventud; y este espontáneo reconocimiento dice, ante todo, de nuestro afectuoso agradecimiento a quien, en este oficio, ha precedido a la presidenta, hace poco llamada a la sucesión, y al paso que saludamos y bendecimos a quien asume la dirección de tan vasta y para Nos tan querida organización, saludamos y bendecimos a las valerosas dirigentes de ayer, dichosos de ver y augurar que estos episodios transformadores y renovadores de la presidencia, lejos de constituir una dificultad y producir retrasos y abandonos, demuestran el alto sentido de disciplina y el espíritu de abnegación y de amistad, que animan, en la cumbre especialmente, a nuestra magnífica juventud femenina de Acción Católica y que también bajo este aspecto la hacen digna de ser citada como ejemplo, y digna de nuestra confianza, y de cuantos le prestan su esfuerzo y sostén.

Nos sentimos dichosos de saludar a las demás presidentas diocesanas que han intervenido en este curso a ellas reservado y saludamos juntamente a sus colaboradoras. Tenemos ante Nos la escuadra de las dirigentes más comprometidas en la dirección y en el desarrollo de la gran familia nacional de la juventud femenina, militante en la Acción Católica. Esta escuadra merecería un largo discurso. Pero si no nos lo permiten las circunstancias presentes, no queremos dejar de manifestar nuestra estima, nuestra confianza, nuestro afecto a la juventud femenina organizada, formada y adiestrada en la organización que la pone indirectamente al servicio de la Iglesia; antes bien, queremos aprovechar este encuentro para confirmar nuestro paternal interés por las generosas personas que aceptan militar espiritualmente en estos cuadros organizativos, y para confortar la actividad que, en su seno, con tan sabios programas y métodos, y con tanto empeño y fervor se viene realizando; aprovechamos esta ocasión para deciros, bravas y generosas dirigentes, para decir a todas vuestras compañeras que la Iglesia espera aún mucho, muchísimo de vosotras; por vuestra formación católica profunda, auténtica, fuerte y serena; por el testimonio que el hombre católico, la cultura y las costumbres, la vida católica, en una palabra, espera de vuestras filas juveniles, florecientes de fe, de pureza, de alegría, de confianza; por la defensa de los valores cristianos que la dialéctica espiritual de la sociedad moderna pone continuamente en discusión y que quizá no puedan recibir una apología mejor que la que vosotras vivís, hijas queridas de la juventud femenina de Acción Católica. Repetiremos lo que ya dijimos en otra ocasión: vosotras podéis muchísimo, la causa de Cristo espera vuestra nueva profesión, gozosa, victoriosa; la vida interior de la Iglesia os reclama un vivo y puro fervor.

Hemos de complaceros a este propósito, por el tema central del curso de estudios que ahora realizáis. “La espiritualidad de la joven, seglar y adulta”. Tema enjundioso, que ciertamente vuestra experiencia y la ciencia de los maestros del curso, habrán desarrollado en sus términos más amplios y delicados. Os alentamos a un estudio semejante que lleva ciertamente a la revisión de la formación espiritual que ordinariamente se ofrece a la juventud femenina de nuestra sociedad. Revisión por su eventual escasez y superficialidad; revisión por las ideas directrices que durante tanto tiempo han formado a sus guías habituales: la tradición pasiva, el sentimiento emotivo y poco alimentado por profundas verdades religiosas y morales, el conformismo con el ambiente, la moda y el mundo. Revisión por la atención a dos hechos que pueden tener un poder determinante en la espiritualidad juvenil que ha llegado a su edad responsable: el crecido y agresivo poder de la vida exterior; inútil hablar ahora de ello; oprime de mil formas la espiritualidad de quien trata de dar a la vida un sentido y un valor; y, por otro lado, la apertura que la Iglesia ofrece de sus tesoros religiosos y morales, sentimentales y artísticos, activos y asociativos, a las almas vivas; vosotras conocéis este maravilloso fenómeno de nuestro tiempo que el Concilio ha hecho clamoroso y grandioso; quien quiera alimentar su propia alma con la palabra verdadera con la gracia viva lo puede hacer. A vosotras os diremos, lo debe hacer.

Complacidos de contemplar vuestra caravana juvenil junto a estas fuentes y en medio de estos progresos os expresamos nuestro aplauso y os reservamos una especial bendición.



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