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RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL KATHOLIKENTAG DE STUTTGART


Domingo 6 de septiembre de 1964

 

Queridos hijos e hijas de la Alemania católica:

Las “Jornadas Católicas” son piedras básicas y luminosas de la historia de la Alemania católica. Por ello hemos recibido gustosamente la invitación de vuestro venerable hermano obispo de la diócesis de Rottemburg de dirigir a los fieles nuestra palabra en esta solemne ocasión.

Saludamos en primer término a nuestros hermanos en el episcopado reunidos, en número tan destacado, en Stuttgart, de Alemania y a los extranjeros, y asimismo a todo el clero presente. También saludamos cordialmente a los ilustres representantes del Gobierno federal y a las autoridades de la ciudad y de la región de Baden-Wutemberg.

A continuación dirigimos nuestro saludo cordial a los muchos millares de fieles y a todos aquellos que también están presentes espiritualmente en este acontecimiento.

También saludamos cordialmente a los cristianos evangélicos de Stuttgart que han evidenciado de forma generosa su buena disposición hacia esta reunión. ¡Stuttgart, que por sus naturales bellezas y sus grandiosas realizaciones técnicas y culturales se parangona con las más importantes ciudades de Alemania!

Queridos hijos e hijas: El lema general de este 80 Katholikentag es: “Transformaos con la renovación de vuestro espíritu” (Rm 12,2). Con este tema habéis puesto en relación vuestra reunión con la gran renovación espiritual que pretende promover el Concilio Ecuménico Vaticano II. ¡Ojalá el Katholikentag contribuya eficazmente a la consecución de los principales objetivos del Concilio actual, para que se realice la oración de Cristo que solemos dirigir al Padre Celestial: “Envía tu Espíritu y serán creados, y renovarás la faz de la tierra”! (Ps 103, 30.) Contemplemos con gozo la voluntad de quien dijo de Sí mismo: “He aquí que hago todas las cosas nuevas” (Ap 21, 5). Pues Dios renueva al mundo de hoy por medio de profundas transformaciones de las que somos testigos y colaboradores. Es verdad que la Iglesia no es de este mundo, pero vive en este mundo y tiene una misión para este mundo. Sus hijos en la tierra están invitados a meditar las transformaciones que acompañan siempre al comienzo de una nueva época, con el fin de que comiencen a renovarse en su interior espiritualmente. La renovación espiritual de cada uno, su vida de Dios, en Dios y para Dios, constituye el fundamento de toda renovación espiritual de la familia y, consiguientemente, también de los grupos sociales.

Esta renovación está conforme con la tradición secular de la Iglesia y de ningún modo la contradice. Precisamente dice Juan Möhler, un gran teólogo de vuestro país: “En el momento en que viniera a menos la tradición, la Iglesia y todos sus cristianos dejarían de existir”. La renovación de la Iglesia que pretende conseguir el Concilio no significa, ciertamente, una falsa adaptación al mundo, contra el cual San Pablo nos pone en guardia en el mismo lugar de la Sagrada Escritura en el que nos invita a la renovación: “No os conforméis al siglo presente” (Rm 12, 2).

Vivimos en un mundo en el que reina la pluralidad. Pluralidad de confesiones religiosas y, sin embargo, hay una sola fe verdadera. La verdad religiosa es algo absoluto, no un hecho relativo. Agradezcamos humildemente al Señor el habernos llamado, sin mérito por nuestra parte, y en casi todos los casos, sin nuestra colaboración, a la verdadera fe y a su Iglesia. Estemos orgullosos de nuestra fe y de nuestra Iglesia.

¡Tened confianza! Cristo sigue presente en la Iglesia en esta hora y actúa en ella también en las grandes transformaciones que conmueven al mundo de hoy. Solamente al final de los tiempos El se revelará en toda su plenitud. Acojamos su palabra, como nos invita San Pedro, diciéndonos que es “Una antorcha que brilla en un lugar oscuro hasta que despunta el día y la estrella de la mañana no surja en vuestros corazones” (2 P 1, 19).

La palabra de Dios es luz que da fuerza y consuelo a nuestra vida. La palabra de Dios que constituye la suprema autoridad y el centro simbólico para los padres conciliares es el alma también de vuestras liberaciones. Pues es un deseo especial de estas “Jornadas Católicas” encontrar en la Sagrada Escritura nuevos impulsos para un mayor desarrollo, por la parte católica en Alemania, de los estudios bíblicos que desde hace tiempo tienen en Stuttgart un magnífico centro. Que contribuya a la profundización en los estudios teológicos, a la renovación de la predicación eclesial y al enriquecimiento del culto litúrgico, como también al perfeccionamiento de la instrucción religiosa de vuestra juventud, y de forma especial, de los que han conseguido ya la madurez. El mundo de la liturgia es sublime, pero puede perder su significado si no está erigido sobre un sólido edificio de fe, la fe que profundiza sus raíces en la Sagrada Escritura. En todas partes donde se dirija hoy la palabra a los fieles corresponde el primer puesto a la enseñanza de la doctrina cristiana, como es evidente a la luz de las divinas Escrituras.

Os auguramos a todos vosotros una fe viva y sólida. Sed hombres de oración. Cultivad conscientemente la oración en común en vuestra familia. Tened el coraje de guardar el matrimonio y la familia de acuerdo con la ley de Dios y la bendición del Señor no os faltará. Cread una atmósfera en donde sea posible escuchar la llamada de Dios al sacerdocio y a la vida religiosa.

Pensad en vuestras congregaciones religiosas, la tarea que han de realizar es cada vez más comprometedora, al paso que las vocaciones son cada vez menos numerosas. ¡Contribuid a actuar la llamada de Dios!

Vosotros los sacerdotes contad con nuestra gratitud por vuestro generoso empeño. Os adaptáis a las exigencias de la vida moderna no sólo para no perder el contacto con vuestros fieles, sino más bien para conquistarlos al reino de Dios.

La Iglesia os hace ver los justos límites, expresados en el principio que el sacerdote debe estar a disposición del pueblo fiel en todo momento. Os exhortamos a despertar en los fieles la conciencia de la fe, la alegría y el coraje de la fe. Sabed que vuestro compromiso conquistará al hombre si vuestra diligencia procede de un contacto filial con Dios y del amor a Cristo.

El católico que vive de la fe y en la fe es la más sólida contribución que la Iglesia puede ofrecer a la renovación del mundo.

Que la participación en el Katholikentag sea para todos vosotros una invitación a transformar lo malo y lo bueno en mejor. En prenda de vuestra buena disposición os impartimos a vosotros, y en especial a vuestros obispos, tan dignos, a vuestros sacerdotes, a mies-tras familias, a vuestros Ayuntamientos y organizaciones, y también a los millares de obreros y estudiante extranjeros, nuestra bendición apostólica.



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