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SANTA MISA PARA DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS

PALABRAS DEL PAPA PABLO VI

Domingo 20 de septiembre de 1964

 

Queridos hijos e hijas del Movimiento Internacional de Apostolado en los Medios Sociales Independientes:

El relato evangélico que acabamos de leer —como San Mateo lo cuenta en su capítulo IX— nos presenta al Señor, Maestro de la vida; a Cristo, que tiene poder sobre los cuerpos y sobre las almas y cuya misteriosa potencia sobre la enfermedad orienta a las almas hacia su persona de Hijo de Dios. El es aquel a quien se le ha dado todo poder en el Cielo y en la Tierra, y que envió a sus apóstoles diciendo: “Id haced discípulos en todas las Naciones” (Mt 28, 19).

Precisamente porque los apóstoles fueron fieles a este divino mandato nosotros hoy, aquí reunidos de todo el mundo, llegados de 26 naciones a Roma para poner en común vuestros esfuerzos apostólicos. Los discípulos de Cristo transmitieron su mensaje que, de generación en generación, Nos ha llegado a través de una cadena de testimonios de la que Nos formamos un eslabón como continuación de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error.

Un verdadero cristiano no puede tener para sí solo este tesoro de la fe que ha recibido. Vosotros lo habéis comprendido; todo bautizado es por vocación un apóstol cuya vida es un testimonio de la gracia que posee. Si los obispos son, con el sucesor de Pedro, solidariamente responsables del apostolado cuya carga comparten con los sacerdotes, sus colaboradores, es evidente que todos los miembros de la comunidad cristiana, deseosos de ser fieles a las gracias de su santo bautismo, tienen a gala llevar en torno suyo el testimonio de su fe.

Esto es lo que vosotros hacéis generosamente. Poner el Evangelio en toda vuestra vida, y por medio del ejemplo de una vida evangélica conducir a los hombres al Evangelio; este es vuestro apostolado. Sois un fermento dentro de vuestro ambiente. Veis y juzgáis este ambiente a la luz de la meditación de la Sagrada Escritura. Y esta meditación de la palabra de Dios os lanza de una forma natural al apostolado.

Este apostolado —y esto es lo que da fuerza a vuestro movimiento— no es solitario. La orientación común, el intercambio, como vosotros lo llamáis en la revisión de vida, como en la lectura del Evangelio, en presencia de ese testigo autorizado que es el sacerdote, os prestan una ayuda mutua preciosa para profundizar en vuestra fe y le dan a ésta una fuerza comunicativa que vosotros difundís en vuestro ambiente de vida.

Aunque distintos, estos ambientes independientes a que pertenecéis están, sin embargo, marcados por rasgos comunes, como son sin duda alguna la educación recibida, la cultura, el ejercicio de responsabilidades y una cierta seguridad de vida ligada a la posesión de bienes materiales. Estas constantes, que se encuentran en todos los ambientes, son la fuente de una mentalidad común que no siempre acepta los valores evangélicos.

Esta es la mentalidad que os esforzáis en transformar para que las personas que están más o menos conscientemente impregnadas de ellas se abran más fácilmente al mensaje de Cristo, disfruten de su riqueza y vivan según su ideal. ¡Cómo no alegramos de veros reunidos en torno a la señorita María Luisa Monnet, la celosa inspiradora de la Acción Católica independiente francesa, que puede desde ahora consagrar todas sus fuerzas al movimiento internacional del apostolado en los ambientes sociales independientes! Tuvimos el gusto de saludar las primacías de este Movimiento el 5 de mayo último. Nuestra alegría es profunda al ver hoy asociadas en una común oración y en un fraternal diálogo apostólico a representantes de 26 países de Europa, de África y de Madagascar, de América y del Próximo Oriente.

En esta primera Asamblea general habéis querido reuniros en Roma al comienzo de la nueva sesión conciliar. Os felicitamos por haber tenido el interés de participar más de cerca en este gran acontecimiento de la vida de la Iglesia para impregnaros de su espíritu, con el fin de poder luego difundirlo por el mundo. Pues por el esfuerzo común de todos los bautizados conseguirá sus frutos el Concilio. Por esta razón hemos querido que el laicado estuviera presente en el Concilio, eligiendo para ello hombres y mujeres plenamente entregados al apostolado. Y podemos deciros desde hoy, confidencialmente, que vuestra presidenta figura en la lista de personas que Nos tenemos la intención de llamar al Concilio en calidad de auditoras; que esto sea para vosotros un aliento para continuar con un ardor renovado vuestro apostolado de la Iglesia en vuestros ambientes de vida.

Sabed, queridos hijos e hijas, que nuestro pensamiento y nuestra oración os acompañan en el cumplimiento de vuestras tareas, para que sepáis ser siempre buenos testigos del Evangelio y viváis de una manera comunicativa sus exigencias en vuestros países, como en las instituciones internacionales a las que pertenecéis algunos de vosotros.

Con el apóstol Pablo, cuya admirable carta a los corintios acabamos de leer hace un instante, “damos gracias a Dios por estos dones que os ha concedido en Cristo Jesús, colmados con todas sus riquezas”, comunicadlas ampliamente en torno vuestro por medio de vuestra fe, de vuestra vida, de vuestro ejemplo, para conducir a los hombres y mujeres de vuestra vida a Cristo. Solamente El puede liberarlos de la parálisis del pecado y hacerles llegar a su amor, que conforta y salva.

(El Papa continúa en italiano)

Debemos un saludo especial a los participantes del III Congreso Nacional de la Federación Italiana de Cine-forum, que, por primera vez, se reúne en Roma y Nos visita.

Mereceríais, ilustres señores y queridos hijos, algún comentario a vuestro programa; solamente la falta de tiempo (vosotros veis como estamos asediados por visitas y ocupaciones), Nos impide entrar en lo vivo de vuestros pensamientos y actividades. Sólo os diremos que apreciamos en su elevado y específico valor vuestra función; ella promueve el acto reflejo del pensamiento sobre el acto directo de la expresión y de la emoción sensible, producidas por el espectáculo cinematográfico; eleva, por tanto, al cinematógrafo a un auténtico rango cultural; promueve la búsqueda de aspectos, mejor de valores argumentales, estéticos, pedagógicos, sociales, morales y, por último, religiosos, de la representación cinematográfica; la observa, la estudia, la critica, la clasifica, de acuerdo con la norma superior, que es la vida del hombre en su integridad y finalidad.

Defiende, por tanto, al espectáculo cinematográfico de sus posibles y —desgraciadamente— tan frecuentes degradaciones para animarlo a la expresión de la temática humana en sus aspectos positivos; y defiende al espectador de la sugestión psicosensible de la visión cinematográfica para confirmar el disfrute sano, el juicio realístico, el criterio artístico y moral. Por tanto, vuestra actividad es una excelente integración espiritual del gran fenómeno cinematográfico; hemos, pues, de admirar sus objetivos y alentar su promoción; exhortándoos siempre a vosotros y a cuantos se ocupan del cinematógrafo; a mantener vivo y elevado un ferviente y amoroso sentido de responsabilidad y una imperiosa exigencia de verdad humana como sólo en la escuela de Cristo, Maestro de la Humanidad, y con tanto provecho y gozo interior se puede encontrar.

* * *

Está presente también un destacado grupo, cerca mil personas, de hombres dignos de nuestro más cordial y respetuoso recibimiento, y dignos de que cuantos participan en esta audiencia les tributen un pensamiento reverente y afectuoso: son los participantes en los actos organizados por la Asociación Nacional Italiana de las familias de los Caídos y Dispersados por la guerra.

Queridos hijos e hijas: contad con nuestra acogida, pues comprendemos muy bien nuestros dolores, vuestros recuerdos y vuestra generosidad, y que a todos os consuele la fe que hasta aquí os conduce y que aquí os hace ver la misteriosa bondad divina, sabia y paternal, aunque permita que un sufrimiento, tan grande y trágico en vuestras circunstancias, pruebe y oprima vuestra vida; que se manifiesta en su angustiosa debilidad, pero que también se eleva con majestuosa grandeza cuando hace del dolor un sacrificio y el sacrificio une con el sacrificio redentor de la Cruz. Y vosotros, imágenes llorosas y piadosas de nuestra Historia, decid a nuestra sociedad, especialmente a las nuevas generaciones, tan inclinadas a olvidar, que sufrimientos como los vuestros no deben ya repetirse, y que, por ello, es preciso fundamentar la convivencia humana no en la lucha de intereses y ambiciones, sino en la justicia y en el amor, para que la paz reine en el mundo.

¡Como Cristo nos enseña!



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