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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE PANAMÁ ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 29 de mayo de 1969

 

Señor Embajador:

Preciamos y agradecemos vivamente las deferentes y devotas expresiones que acaba de dirigirnos al presentar las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Panamá ante la Santa Sede. Al darle Nuestra cordial bienvenida, Nos complacemos en reiterar el hondo afecto que reservamos a toda su católica Nación.

Ha querido aludir Vuestra Excelencia a la colaboración que la Iglesia ha prestado, desde los albores del cristianismo en América, a la paz y justicia social en su País. En efecto, muchas obras e iniciativas así lo atestiguan. Pero no puede detenerse en el pasado la Iglesia: ella, mensajera de equidad, sembradora de concordia, forjadora de civilización, continúa su misión dinámica de servicio leal y vigilante a la humanidad. Ella, fiel a sus principios básicos de amor a Dios y a los hombres, creados y redimidos en un destino común, invita constantemente a sus hijos y a cuantos tienen buena voluntad - como nos mismo lo hicimos en Nuestro inolvidable viaje al Continente Latinoamericano - a realizar los designios de la Providencia sobre el mundo, a esforzarse para que cada individuo desarrolle integralmente su personalidad, sea dentro de la comunidad a que pertenece, sujeto consciente y respetado en sus legítimas aspiraciones, libertades, derechos y deberes, y se convierta en elemento válido de progreso civil, moral y espiritual.

La Iglesia, doquiera que se encuentre, contribuirá vitalmente a esta promoción que es base y comporta garantía para una convivencia fraterna en el orden y en la paz, para un disfrute más equilibrado del bienestar, para que todo factor humano converja a la justicia del bien común.

Pedimos a Dios que el mensaje cristiano, incorporado a la historia de Panamá, vivificador de tales ideales, guíe siempre a cuantos les incumbe la responsabilidad de hacer más sagrado en sus costumbres, más aunado y más próspero, en el ámbito familiar y nacional, ese querido País.

Mientras formulamos votos y le aseguramos, Señor Embajador, Nuestra benevolencia por el feliz cumplimiento de su alta misión, invocamos sobre su persona y las supremas Autoridades de su Nación, así como sobre todo el dilectísimo Pueblo de la República Panameña, continuas y escogidas bendiciones divinas.


*AAS 61 (1969), p.454-455.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. VII, p.315-316.

L’Attività della Santa Sede 1969, p.241-242.

L'Osservatore Romano 30.5.1969, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.22,  p.9, 10.

 



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