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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE URUGUAY
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 14 de diciembre de 1970

 

Señor Embajador,

Agradecemos vivamente las deferentes expresiones que se ha complacido dirigirnos al presentar las Cartas, que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Uruguay ante la Santa Sede.

En sus corteses palabras, Señor Embajador, ha hecho referencia a los valores trascendentales de la persona humana, a la paz y a la justicia social internacional, que - como Vuestra Excelencia ha tenido la bondad de señalar - son objeto de Nuestra preocupación pastoral y de Nuestro constante magisterio.

Portadora de un Mensaje divino, la Iglesia considera estos problemas en su sentido más hondo y busca por lo tanto soluciones fundamentales, que tengan su punto de partida y alcancen su plenitud en la dimensión más elevada del hombre. Ese hombre que al encontrar a otro hombre ve en él a un semejante; pero que, si además mira a Dios, Padre de todos, llegará a descubrir en su semejante a un hermano, y en el hermano adivinará al mismo Cristo, siempre presente entre nosotros.

El amor a los demás así concebido, que es a la vez divino y humano, da un nuevo valor y una nueva solidez a la paz, a la justicia y al progreso, abriéndoles horizontes insospechados, que debemos compartir, con fraternidad y esperanza, junto con todos los hombres de buena voluntad.

Por eso en Nuestro Mensaje para la próxima Jornada de la Paz hemos insistido nuevamente en esa verdad primordial -«todo hombre es mi hermano»-, de que deben penetrarse las relaciones entre los individuos, entre los grupos sociales y entre las Naciones, encontrando en ella un estímulo, una garantía y un criterio seguro.

Nos formulamos fervientes votos para que vuestro País, tan rico en reservas espirituales y morales, ocupe un lugar de vanguardia en ese esfuerzo fraternal al servicio de la humanidad, y para que todos los uruguayos sepan dar lo mejor de sí mismos para el bien de su Patria y de todos los hombres.

Mientras le expresamos nuestros mejores auspicios y le aseguramos, Señor Embajador, Nuestra benevolencia para el feliz cumplimiento de su alta misión, invocamos sobre su persona, sobre el Excelentísimo Señor Presidente y el Gobierno de su Nación, así como sobre todos Nuestros amadísimos hijos del Uruguay, la continua asistencia divina.


*AAS 63 (1970), p.115-116.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. VIII, p.1434-1435.

L’Attività della Santa Sede 1970 p.616-617.

L'Osservatore Romano 14-15.12.1970, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.51 p.4.

 



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