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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 2 de diciembre de 1971

 

Señor Embajador:

Hemos escuchado con atención las nobles expresiones que acaba de dirigirnos al presentar las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Bolivia ante la Santa Sede.

Al agradecer estos sentimientos, les damos Nuestra cordial bienvenida con la satisfacción que nos proporciona el encontrar de nuevo a Vuestra Excelencia, a quien ya tuvimos el gusto de conocer cuando le fue confiado precedentemente el alto encargo de representar a su País ante esta Sede Apostólica.

Ha tenido la bondad de referirse en sus palabras al trabajo nuestro y de toda la Iglesia en el mundo moderno, para dar una luz a los hombres en la búsqueda de la auténtica fraternidad, del armónico progreso, de la paz y la justicia.

Bien conocemos el eco que estos ideales hallan en Nuestros amadísimos hijos de Bolivia, cuyas tradiciones cristianas han de ayudarles a ser cada vez más sensibles y activos en el empeño común de encontrar nuevos y pacíficos caminos, en que todos los individuos y todas las naciones tengan la posibilidad de desarrollarse plenamente. Al decir esto, pensamos con particular afecto en los campesinos, en los obreros, en los más humildes y desamparados, que son el más querido tesoro para la Iglesia, y a los que ella quiere siempre dedicar sus mejores desvelos, no sólo para que tengan más, sino para que sean más (Cfr. Populorum progressio, 6 e 15), y sean ellos mismos los sujetos activos de su elevación.

Al ofrecer la luz del Mensaje divino y al cooperar con el trabajo decidido de sus hijos, la Iglesia no está movida por intereses humanos; sino que responde a la llamada del Espíritu, que la impulsa a implantar ya desde ahora, desde la tierra, el Reino de los Cielos, cuya plenitud final da al hombre la visión global de su peregrinar en el mundo.

Hoy más que nunca los problemas humanos desbordan, con su complejidad e implicaciones, los límites de los pequeños grupos y aun de las naciones, para alcanzar dimensiones universales. En esta perspectiva, la Iglesia, por su misma naturaleza, se siente especialmente comprometida a prestar su desinteresado servicio cuando se trata de encontrar y poner en práctica soluciones profundas, con el deseo de ser fiel continuadora de la obra de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar, para liberar, para servir (Cfr. Gaudium et Spes, 63).

Nos confiamos vivamente que esta acción de la Iglesia sea provechosa para todos, y que en ella encuentren los bolivianos un aliciente en sus esfuerzos y una guía segura en el camino de su progreso integral, que esté orientado por los más altos valores espirituales y morales, y llevado a cabo en un clima de fraternidad, de auténtica justicia y de pacífica convivencia.

Al deferente saludo que nos habéis trasmitido en nombre del Excelentísimo Señor Presidente de la República y de las Autoridades de vuestro País, nos complacemos en corresponder con nuestra viva gratitud.

Al confirmarle, Señor Embajador, Nuestra benevolencia para el feliz cumplimiento de su alta misión, le formulamos Nuestros mejores votos, mientras invocamos de corazón sobre todos Nuestros amadísimos hijos de Bolivia escogidas y abundantes bendiciones del Altísimo.


*AAS 63 (1971), p.890-891.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. IX, p.1047-1048.

L’Attività della Santa Sede 1971, p.476-477.

L'Osservatore Romano 3.12.1971 p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española,  n.50 p.10.

                                   



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