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 DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL COLEGIO DE DEFENSA DE LA OTAN*

Sábado 15 de julio de 1972

 

Queridos amigos:

Nos complace darnos la bienvenida y dirigiros Nuestro saludo de paz en el Señor.

La paz, en nuestro tiempo, es algo sumamente frágil, algo todavía no perfecto, algo condicionado por las múltiples limitaciones de la época en que vivimos. Vuestra misión es la de robustecerla y estabilizarla.

Nos estamos convencido de que tendréis éxito en esta misión, sí trabajáis por consolidar los vínculos de solidaridad y de unión entre los pueblos, los lazos de amistad y de fraterna colaboración. Estos – y no los armamentos – son los medios aptos para vuestra finalidad. Con estos medios tenéis asegurado el éxito.

Nos pedimos a Dios que bendiga vuestros esfuerzos, y que, con su gracia, los armamentos sean sustituidos por las armas espirituales de la justicia y del amor. De este modo, en el poder de Dios Nos esperamos encontrar el espléndido don de una paz duradera.

Antes de regresar a vuestros respectivos países, habéis manifestado, al igual que vuestros predecesores, el deseo de visitarNos. ¡Bienvenidos seáis!

Esta sesión formativa, con su ciclo de conferencias de elección, de intercambios, de trabajos en comités, os habrá permitido, sin duda, abordar y profundizar en común un buen número de cuestiones que afectan al bienestar de cada uno de vuestros países y del conjunto de todos ellos. Nos no dudamos que esta experiencia os servirá en adelante de ayuda valiosa, cuando vayáis a ejercer las responsabilidades que os serán encomendadas.

Aquí, además, habéis aprendido mejor a confrontar los puntos de vista particulares, a escucharos, a comprenderos, a estimaros, a cooperar; recursos todos ellos, que se son valiosos para continuar tendiendo puentes por encima de las fronteras, según la noble divisa de vuestro Colegio: Unitatem alentes («Fomentando la unidad»).

Nos hacemos votos para que estos lazos de amistad se prolonguen más allá de esta sesión y os llevéis una cosecha de recuerdos culturales y de testimonios espirituales enriquecedores. Este enriquecimiento del espíritu y del corazón, Nos os invitamos a ponerlo al servicio de todos aquellos con quienes la Providencia os llamará a trabajar.

Y con toda el alma Nos imploramos sobre cada uno de vosotros, sobre los responsables de vuestra sesión, y sobre vuestras familias y seres queridos, las bendiciones del Señor.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.31 p.2.

 



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