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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE L
A REPÚBLICA UNIDA DE CAMERÚN
 ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 24 de octubre de 1975

 

Señor Embajador:

Con agradecimiento por los amables votos, con que acompañáis vuestras Cartas Credenciales, pensamos que esta ceremonia señala un día memorable en la historia de vuestro país, al mismo tiempo que nos proporciona una gran alegría. Por primera vez, en efecto, la República Unida del Camerún, envía un Embajador extraordinario para hacerse cargo de la misión permanente ante la Santa Sede.

Esta es la acogida cordial que reservamos a Vuestra Excelencia y a su mensaje. Más allá de vuestra digna persona nos alegra saludar a Su Excelencia El Harj Ahmadou Ahidjo, Presidente de la República, cuyos buenos deseos hemos podido apreciar, así como a todo el pueblo de vuestra joven nación, cuyos esfuerzos y esperanzas seguimos con el mayor interés.

Las relaciones diplomáticas, establecidas desde hace un cierto tiempo, entre la Santa Sede y el Camerún, y que entran ahora en una fase más activa, tienden a ofrecer un fundamento más estable y favorable a los lazos de amistad que ya existían entre ambas. Tales relaciones pueden sólo facilitar, en vuestro propio país, la recíproca estima y la colaboración real, fructuosa, entre la Iglesia católica y quienes deben asegurar el bien común temporal de todos los ciudadanos y conducir los destinos políticos de la nación.

Ya antes del acceso del país a la independencia, los obispos, deseando que fueran respetadas las grandes leyes del Evangelio, habían impulsado la evolución hacia un progresivo encargo de los asuntos públicos a los ciudadanos del Camerún, en un clima de libertad y prosperidad. En la misma línea, expresan hoy su preocupación por que sus fieles integren en su fe original y en sus expresiones los valores del alma africana. También estamos seguro de que estos católicos, juntamente con sus hermanos cristianos, ofrecerán un estimable servicio cada día mayor a su propia patria, trabajando para que todos y cada uno de sus compatriotas gocen de progreso y de dignas condiciones de vida, en un clima de libertad, justicia y hermandad.

Apreciamos que Su Excelencia haya recordado la voluntad tolerante y generosa de su Gobierno, del cual hemos recibido recientemente un testimonio que no olvidarnos.

Vuestro país no se preocupa únicamente por la paz interior. Quiere contribuir, a su modo, a consolidar entre las naciones de África y del mundo una paz que respete los destinos de sus poblaciones y que favorezca la tarea fundamental en la que todos los hombres deberían colaborar hoy: el desarrollo armónico de sus riquezas económicas, de sus posibilidades culturales y de su organización social. Nos conmueve la estima y la acogida que dispensáis a la acción de la Santa Sede en este campo. Esperamos que usted sea aquí testigo feliz de esta actividad, junto a colegas provenientes de todo el mundo. La meta que aquí se persigue es la de aportar una contribución desinteresada a las relaciones pacíficas y al progreso espiritual de los pueblos.

Señor Embajador, en esta misión que hoy inauguráis os acompañan nuestros votos más cordiales. ¡Que el Señor bendiga a usted y a su familia! Que El asista a las autoridades que aquí representáis y a todo el pueblo del Camerún, al que repetimos nuestra afectuosa estima.


* L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.45, p.8.

 



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