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  MENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA LIBANESA
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Nos queremos expresar a vuestra Excelencia, al Gobierno y a todo el pueblo libanés, Nuestra profunda tristeza y Nuestra preocupación por los sangrientos acontecimientos que ocurren en vuestro país.

Nos parece muy grande el peligro de desmoronamiento del edificio de la nación libanesa, construido con tanto amor por generaciones de hijos, y que ha logrado un estado ejemplar de fraternidad y colaboración entre comunidades, ciertamente diferentes por su origen y características, pero unidas en una intensa actividad, en el amor a la patria, y en la estima de los valores morales y espirituales.

Dado el vivísimo afecto que siempre Nos hemos tenido para con el Líbano, Nos no podemos menos de dirigir a todos, en nombre de Dios, una llamamiento urgente para que se deponga definitivamente las armas fratricidas y se resuelva las divergencias en una recíproca comprensión y diálogo fraterno.

Nos no desconocemos los problemas que la población y los dirigentes libaneses encuentran en la difícil situación del país y de la región. Como Pastor supremo de la Iglesia católica Nos hemos experimentado una gran satisfacción al ver a la comunidad cristiana, guiada por sus dignos responsables, comprometerse en aportar su contribución para la solución de estos problemas. Ella ha promovido y desarrollado conversaciones con las autoridades y con los conciudadanos de religión musulmana, intentando favorecer el progreso económico, moral, social y político del país.

La Santa Sede, por su cuenta, apoyando los esfuerzos que los dirigentes de las partes interesadas intentan llevar a cabo para hacer justicia al pueblo palestino, expresa votos para la salvaguardia del Líbano en el respeto de su soberanía y en la independencia de toda ingerencia exterior. Pero todo apoyo amigo será vano, si los propios libaneses no renuncian con generosidad y clarividencia a la lucha y a la destrucción, y no se comprometen a resolver sus diferencias con negociaciones sinceras y rápidas.

Nos no podemos terminar este mensaje sin reafirmar al Líbano que nunca le faltará Nuestra ayuda, para que su crecimiento y desarrollo se realicen en un clima de paz y de serenidad. Este es el objeto de Nuestra continua e insistente súplica al Todopoderoso. A todos los hijos del Líbano, a sus dirigentes, en particular a vuestra Excelencia y a los miembros del Gobierno, Nos deseamos de parte del Señor los dones de la sabiduría y de la concordia, para que la tierra del Líbano vuelva a prosperar para el bien del Oriente Medio y del mundo entero.

Vaticano, 3 de noviembre de 1975.

PAULUS PP. VI


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.47, p.4.

 



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