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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE SUDÁN ANTE LA SANTA SEDE
*

Sábado 10 de enero de 1976

 

Señor Embajador:

Nos alegra verdaderamente aceptar las Cartas que os acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante la Santa Sede. Al mismo tiempo nos agrada corresponder cordialmente a los sinceros buenos deseos que nos habéis hecho llegar esta mañana de parte de Su Excelencia el Presidente del Sudán.

Agradecemos vuestras cordiales palabras sobre el significativo papel desempeñado en la historia por la Iglesia y en concreto sobre nuestro pontificado y nuestros esfuerzos de colaboración para promover la paz y la hermandad entre los hombres.

Vuestro país atrae profundamente nuestro interés y nuestra atención. Respecto a la presencia de la Iglesia en él, hasta el año pasado no tuvimos el privilegio de establecer su jerarquía nacional. Este paso indica cómo la Iglesia se ha enraizado en vuestra tierra nativa y cómo ha crecido hasta su plena madurez. Estamos muy contento de que un espíritu de comprensión y colaboración haya hecho posible dicho desarrollo.

Esta consolidación de su estructura en el Sudán asegura que la población católica seguirá contribuyendo cada día más eficazmente al progreso de su querido país, colaborando sinceramente con todos sus conciudadanos y en armonía con las inquietudes que al respecto inspiran a las autoridades públicas Esto lo pueden hacer ahora mejor, gracias a la mayor organización de la Iglesia local misma. Pero los católicos siempre estarán dispuestos por su fe religiosa a encarar el futuro con esperanza, ánimo y optimismo, y a responder constructivamente a las ricas posibilidades que encierra el tiempo presente. Inspirados por un profundo sentido de la sacralidad y de la dignidad de la existencia humana, son igualmente capaces de adoptar las actitudes morales que contribuyen a la mejora de la sociedad. Por eso, no dudamos en declarar que la presencia de la Iglesia llevará siempre consigo una preocupación constante por promocionar de cualquier modo posible el bien del Sudán.

Mientras invocamos sobre todo el pueblo de vuestro país los dones divinos de la armonía fraterna y de la verdadera prosperidad, os manifestarnos personalmente nuestros buenos deseos para el feliz cumplimiento de vuestra misión como Embajador.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.4, p.8.

 



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