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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE YUGOSLAVIA
ANTE LA SANTA SEDE
*

Sábado 2 de abril de 1977

 

Señor Embajador:

Agradecemos mucho las amables palabras que acaba de pronunciar, y os damos las más expresivas gracias por ello: ¿cómo no estimar ese homenaje rendido a la actividad de la Santa Sede, igual que vuestro deseo de ver un diálogo cada vez más fructuoso que promueva la paz y el bien de todos los hombres, en el campo internacional y en vuestro noble país?

La Santa Sede – como centro de la Iglesia católica – lleva la responsabilidad de un mensaje de salvación universal. Por este motivo –y V. E. se ha dignado subrayarlo – tiene en gran estima los derechos de las personas y de los pueblos, a fin de que todos lleguen, dentro del cuadro de la libertad, de la justicia y de la igualdad, a las condiciones de existencia que requiere el desarrollo humano. Se da ahí, en lo más hondo de la naturaleza humana y en la diversidad de las condiciones económicas y sociales, una vocación que todos están llamados a realizar juntos porque, como enseña el Evangelio, «no sólo de pan vive el hombre».

Por tal razón, seguimos con especial atención y afecto la acción y los esfuerzos de nuestros queridos hermanos católicos de Yugoslavia. En efecto, es en la fuerza interior de su fe y en sus posibilidades concretas de cumplir las obligaciones de la fe, a nivel personal y a nivel de comunidad eclesial, donde encuentran un porqué nuevo y todavía más fuerte para cooperar plenamente en el progreso social y humano de su país, en unión con todos aquellos que llevan en el corazón el bienestar de la comunidad humana en la cual les ha situado la Providencia divina.

En estos momentos en que V. E. asume la misión de representar, ante nosotros, a vuestro país en calidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario, estamos contento de decirle con qué atención y simpatía sigue la Santa Sede los esfuerzos desplegados por Yugoslavia en el terreno de las relaciones internacionales para fomentar en ellas un espíritu de diálogo y de cooperación en servicio de la paz.

Al mismo tiempo formulamos los mejores deseos por el cumplimiento de la alta misión que su Gobierno le ha confiado y para la cual hallará siempre aquí una acogida llena de comprensión y de buena voluntad.

Le confiamos el encargo de transmitir nuestro respetuoso saludo a Su Excelencia el Presidente de la República, del cual V.E. se ha hecho intérprete ante nosotros.

Le repetimos, señor Embajador, nuestros saludos de bienvenida, rogando al Señor todopoderoso que derrame sus bendiciones sobre toda la población de vuestro querido país.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.16 p.4.



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