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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL SEÑOR GEOFFREY ALLAN CROSSLEY,
MINISTRO PLENIPOTENCIARIO DE GRAN BRETAÑA
ANTE LA SANTA SEDE*


Viernes 13 de enero de 1978

 

Señor Ministro:

Nos complace recibir de V. E. las Cartas Credenciales con las que Su Majestad la Reina Isabel II os acredita como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante la Santa Sede. Os damos cordial bienvenida. Rogamos a V. E. transmita a Su Majestad nuestro agradecimiento por sus expresiones de bondad y amistad, sentimientos que hacemos nuestros de todo corazón hacia Su Majestad, junto con la seguridad de nuestras oraciones.

En respuesta a vuestra amable referencia a nuestro Mensaje para la reciente Jornada mundial de la Paz, que hace el número XI, no podemos menos de reiterar nuestro sincero deseo J esperanza de que el mundo llegue a convencerse pronto de que el destino mismo de la humanidad y, por tanto, del mundo tal como lo vemos hoy, dependen del inapreciable don de la paz. La Sede no deja de observar con satisfacción los esfuerzos e iniciativas encaminados a establecer sólidamente la paz y desterrar la violencia en todas sus formas; sólo de este modo se podrán garantizar el respeto y la defensa de la dignidad y los derechos de cada ser humano, y se preparará un mundo mejor para la generación actual y las del futuro, un mundo inspirado en el amor mutuo y en la disponibilidad a atender a las necesidades de los demás. Con este prisma vemos los esfuerzos que está haciendo vuestro país a este respecto.

Del mismo modo, una mayor cooperación de vuestro pueblo con los otros países de Europa no dejará de consolidar la verdadera unidad y la compresión mutua entre las naciones mismas y entre los individuos que las forman.

Es también fuente de satisfacción para nosotros el que hayáis mencionado la visita que nos hizo el año pasad el Arzobispo de Cantórbery y otros líderes de la Comunión anglicana. Pedimos constantemente al Señor que acelere el día en que se logre la plena unidad entre cristianos, de la manera que el Señor mismo quiera llevarla a cabo. Mientras tanto velamos y esperamos con confianza.

Excelentísimo señor, en esta feliz ocasión os aseguramos que la Santa Sede estará siempre dispuesta a ayudaros en la misión que estáis a punto de comenzar, e invocamos las bendiciones divinas sobre usted, vuestra familia y el país que representáis.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.5 p.10.

 



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