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SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE LOS "PUERI CANTORES"

Aula Pablo VI
Sábado, 30 de diciembre de 2023

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Queridos chicos y chicas, hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos. Cantaron bien ¡felicitaciones!

Saludo a su Presidente, el maestro Jean Henric, a los presidentes nacionales presentes, a cuantos les acompañan y a todos ustedes, cantores, que me han acogido con un hermoso canto y que con su presencia llenan de vida esta aula. Lo que hacen es muy importante, porque con sus voces ayudan a las comunidades a rezar, a abrir el corazón al Señor, y esto es fundamental para la vida de la Iglesia. Les agradezco mucho, y quisiera confiarles tres palabras claves para su servicio: alegría, oración y humildad.

Comencemos por la alegría. El canto es alegría, especialmente cuando se hace en coro. Y la alegría de su canto es un regalo que han recibido de quienes han compuesto las partituras que interpretan, de quienes se las enseñan y de quienes se las han trasmitido, a veces incluso a través de los siglos. Piensen en cuántos niños y niñas han cantado las notas que ustedes entonan. Eran niños y niñas, chicos y chicas como ustedes, llenos de vida y de sueños, a los que les gustaba jugar y estar juntos, y que han dedicado generosamente, como ustedes, tiempo y esfuerzo para aprender, interpretar y de ese modo hacer llegar también a nosotros lo que han recibido. ¡Esta es la “tradición” del canto! Esto es muy hermoso, recibir un preciado don y trasmitirlo enriquecido por la propia alegría. Como dice la Biblia: «Dios ama al que da con alegría» (cf. 2 Co 9,7). Por eso, cuando ustedes ponen su entusiasmo en el canto, ofrecen un gran regalo a quienes los escuchan. ¡Hay tanta necesidad de alegría en el mundo! Muchas personas, incluso jóvenes, son prisioneras de la angustia, o del aburrimiento; el canto y la música pueden hacen vibrar los corazones, regalar belleza y restituir gusto y esperanza por la vida. Esta es la felicidad.

Segunda palabra, la oración. Ustedes no son simples artistas, no hacen espectáculos. Ayudan a los demás a rezar con su oración, con la oración cantada. Entonces es importante que cada uno de ustedes tenga el corazón cerca de Jesús, no sólo cuando cantan, sino siempre, y esto se hace en la oración, cada día. Si sus corazones están llenos de amor a Jesús, esto se transparenta en las voces y es como una flecha que da de lleno en el blanco, llegando al corazón de las personas. San Agustín enseñaba que «cantar es propio de quien ama» (Sermón 336, 1: PL 38, 1472) y que quien canta reza dos veces. Es verdad, cantar es un acto de amor, y haciéndolo rezamos con las palabras y con la música, con el corazón y con la voz, con la devoción y con el arte. Así, cuando por ejemplo ustedes cantan “Señor, ten piedad”, o bien “Santo, santo, santo”, o también “el Señor es mi pastor”, sienten con el corazón lo que dicen, porque han encontrado a Dios que es generoso en el perdón, es Santo, es bueno y está atento a todas nuestras necesidades, y camina siempre con nosotros. Pero no sólo eso. Cantando y rezando juntos, en armonía, escuchándose, esperándose, introduciendo los ritmos de cada uno en el ritmo de todos, ustedes ayudan a la comunidad a hacer lo mismo, y enseñan que hermoso es caminar juntos.

Por último, la humildad. El canto es una escuela de humildad, porque el cantor, incluso en las partes del solista, está siempre encuadrado en un coro, que lo supera y en el que todos están al servicio de todos, incluso el maestro que dirige. Su canto, además, es incluso más humilde, porque está al servicio de Dios y, por tanto, mientras ayuda a los demás a encontrar al Señor, sabe también hacerse a un lado en el momento justo, para dejar espacio al silencio, donde cada uno puede escuchar en el secreto las palabras que sólo Jesús sabe decir a cada uno de nosotros. Un cantor que busca ser el foco de la atención, o de prevalecer sobre los otros, no es un buen cantor, más aún, con frecuencia se arriesga a destruir el trabajo de todos, y esto se siente enseguida. Por eso, no busquen sobresalir, esfuércense más bien por fundirse en el conjunto, para que en la unidad, que nace de la humildad, su canto exprese amistad auténtica, con Dios, con los demás y entre ustedes mismos.

Y quisiera decirles una última cosa. A pesar de estar aquí presentes tantos de ustedes, cuando cantaban, hace un rato, parecía uno sólo. ¡Esto es hermoso! Esto no es una casualidad, es posible porque han estudiado sus partes, han hecho los ensayos, se han comprometido, y también esto es un mensaje importante para todos. Cantar bien juntos requiere esfuerzo, como el esfuerzo que es necesario para vivir bien juntos. Ustedes, sin embargo, con la armonía de sus interpretaciones, con la luz de sus rostros y la hermosura de sus voces, nos ayudan a entender que esto merece la pena.

Queridos chicos y chicas, ¡cuántas cosas enseña la música! Y con más razón la música sagrada, cuya alma es la Palabra de Dios. Ustedes son afortunados por haber recibido este don y, cuando lo comparten, son afortunados quienes los escuchan. Gracias por su servicio. Sigan realizándolo con pasión, bajo la guía de sus educadores. Los bendigo de corazón. Y les recuerdo, no se olviden de rezar por mí. Gracias. ¡Y buen camino en este nuevo año!



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