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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA FRATERNIDAD DE ROMENA (AREZZO - ITALIA) Y DEL GRUPO NAÍM

Aula Pablo VI
Jueves, 23 de noviembre de 2023

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Discurso del Santo Padre

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Saludo al P. Luigi Verdi, fundador y responsable de la Fraternidad de Romena y a todos ustedes que forman parte de ella en distintas formas. Les agradezco esta visita, porque también me permiten "entrar" un poco en la atmósfera de este oasis de paz y espiritualidad que es Romena.

Desde hace muchos años, ustedes representan un espacio de belleza, sencillez y escucha, que ayuda a muchos viajeros y peregrinos que necesitan a hacer una pausa, volver a mirar en sí mismos, compartir las preguntas y las angustias que llevan en el corazón. Ya en la Edad Media, esta antigua iglesia románica era un lugar de descanso donde los peregrinos se detenían para pasar la noche. Hoy, la Comunidad que han soñado y que el Espíritu Santo les ha ayudado a realizar se presenta como un lugar de encuentro y de fraternidad, en el que los que están cansados y oprimidos pueden regenerarse, pueden respirar la belleza de la naturaleza y el encanto del silencio, pueden dar forma a su búsqueda de Dios y volver a reanudar el camino.

Pensando en la iglesia de Romena, en sus tres naves y en la luz que se filtra por las pequeñas ventanas, quisiera tomar ejemplo y reflexionar brevemente sobre tres experiencias, que permiten que la luz del Evangelio se filtre e ilumine la oscuridad de la vida de quienes se detienen en Romena. Estas tres experiencias son la acogida, la atención y la fraternidad.

La primera es la acogida. Romena nació con este espíritu, como un lugar donde cualquiera puede sentirse en casa; todos pueden llegar con lo que les oprime, con el deseo de descansar en cuerpo y espíritu, y respirar la fragancia del Evangelio. De hecho, el corazón de la Buena Noticia es precisamente éste: el amor gratuito de Dios, que no pone condiciones ni impone cargas sobre los hombros, sino que simplemente nos acoge y nos ama gratuitamente; así es Dios: acoge a todos y nos ama. Me gusta recordar las palabras del Padre Vannucci: "Antes de que existiéramos, en el mundo silencioso de la nada, un amor nos amó y un amor pronunció nuestro nombre. [...] ¿Se han dicho alguna vez esto: que son amados por Dios? [...] Sea cual sea nuestra realidad, somos amados por Dios, [...] somos fruto de un amor infinito, que es el amor de Dios" (G. VANNUCCI, Nel cuore dell'essere, Romena 1998, 75). Es hermoso lo que dice el padre Vannucci.

Asi que les digo: no pierdan nunca este espíritu, al contrario, trabajen siempre para cultivar este estilo de apertura y acogida, para seguir siendo un oasis de libertad, expresión del amor infinito y gratuito de Dios por toda criatura.

Un segundo "lugar" del Espíritu - el primero fue la acogida -, donde se filtra la luz del Evangelio, es el cuidado.

Esta palabra nos hace pensar inmediatamente en la compasión de Jesús, en sus entrañas estremecidas ante el dolor del mundo, en su participación interior que le lleva a llorar con los que lloran. Así, el Hijo de Dios ejerció y encarnó esa ternura del Padre que cuida de nosotros y, especialmente, de nuestras heridas del cuerpo y del espíritu.

Cuidar las heridas: esto está en el corazón de lo que hizo Jesús, y ustedes en Romena, tratan de seguir sus huellas. En particular, quisiera mencionar el servicio ofrecido por el Grupo de Naím, que acoge y sigue los pasos de los padres que han vivido el drama de la pérdida de un hijo. Se trata de un dolor inmenso, inconsolable, que nunca debe trivializarse con palabras vacías y respuestas superficiales; se trata, en cambio, de saber llorar juntos y llevar el grito del propio dolor a Jesús que, en la pequeña ciudad de Naím, sintió compasión por una madre viuda que había perdido el hijo (cf. Lc 7, 11). Se trata de una vocación propia de Romena. De hecho, la iglesia se construyó en tiempos de hambre y crisis para ser una pequeña luz en la oscuridad de aquel momento histórico. Y Romena nos acuerda esto: ser cristianos significa cuidar a los que están heridos y a los que están en el dolor, para prender pequeñas luces ahí adonde parece que todo está perdido. Gracias, gracias por este servicio.

Y finalmente la fraternidad.

Este es el corazón de su estilo de vida. En la sencillez del trabajo, incluso del trabajo agrícola, en la contemplación de la creación, en la sobriedad evangélica, ustedes ofrecen a todo el que pasa por Romena un espacio de fraternidad, donde cultivar la belleza de estar juntos -esto es la fraternidad: la belleza de estar juntos- y descubrir en el rostro de cada uno a un hermano a quien amar: no se quedan juntos para chismear, no, esto no es hermoso, ¡se quedan juntos como hermanos! Y quiero decirles que ésta es también la profecía de Romena: llevar adelante el sueño de un mundo fraterno y unido; ser sembradores de paz y de amistad social.

Esta expresión, "amistad social", es muy hermosa. Pero no es fácil llevarla adelante, y una de las cosas más feas que van en contra de esta amistad social es la habladuría, es chismear. Es una enfermedad infecciosa que hace mucho daño: la habladuría destruye. Y hay que cuidarse de esta enfermedad. Conozco una medicina muy buena para los chismes, que da buenos resultados: morderse la lengua. Porque cuando uno tiene ganas de chismear y se muerde la lengua, la lengua se hincha y ya no puede parlotear.

El mundo de hoy, marcado todavía por la violencia y los conflictos, tiene mucha necesidad de esta fraternidad, de esta amistad social. Por eso les pido que sigan practicando la hospitalidad fraterna, que ofrezcan un lugar donde la gente pueda descansar la cabeza y donde todos puedan sentirse amados por Dios y parte de una fraternidad universal, la que el Padre quiso inaugurar en Jesús y que Jesús nos pide que construyamos junto con Él y con el Espíritu Santo. En efecto, la vida es demasiado corta, es demasiado breve, y no lo digo yo, lo dice vuestro fundador: es demasiado corta para ser egoístas.

Les deseo que lleven adelante este sueño y les bendigo de corazón. Que la Virgen os acompañe. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 23 de noviembre de 2023



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