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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL
DE LOS MISIONEROS HIJOS DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (CLARETIANOS)

Sala del Consistorio
Viernes 11 de septiembre de 2015

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Palabras improvisadas del papa a los Claretianos

Buenos días y muchas gracias. He preparado un discurso en castellano, que Mons. Gänswein les va después a dejar. Pero, yo prefiero decir lo que me venga. Como es en castellano…Tuve un mal pensamiento cuando hablaba el General, dice “cuando leyó Evangelii gaudium, tuve una gran alegría”. Y yo pensé en la librería de Buenos Aires que… [risas] que me editaba todos los libros.

A los Claretianos se los encuentra por todos lados.  Tengo que reconocer que sea en el campo de la teología - el antiguo General, teólogo de la vida religiosa, derecho canónico - realmente entre los mejores canonistas acá en Roma están ustedes -, trabajo silencioso, santo, varón que pasó toda su vida en la congregación de religiosos y en el archivo, y nos daba un ejemplo ahí de vida y en la misionariedad.

A mí se me ocurriera decirles tres palabras pensando en los que los conozco. Además Dios me bendijo teniendo amistad con alguno de ustedes. Yo les diría tres palabras que les pueden servir: adorar, caminar y acompañar. 

Adorar. Nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el sentido de la adoración. Incluso en la oración. Es cierto, rezamos, alabamos al Señor, pedimos, agradecemos… Pero la adoración, ese estar delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio, que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es imitación de cartón, es ídolo. Adorar.  En esta etapa hagan un esfuerzo por crecer en este modo de oración: la adoración. Adoren, adoren a Dios. Es una carencia de la Iglesia en este momento, por falta de pedagogía. Ese sentido de la adoración que vemos en el primero Mandamiento de la Biblia, adorar al único Dios. “No tendrás, acuérdate Israel, no tendrás otro Dios más que el único. Adorar: “a Él sólo adorarás”.

Ese “perder tiempo” sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar, solamente adorar, con el alma postrada. No sé por qué siento decirles esto, pero siento que se los debo decir, me sale de adentro.

Caminar. Dios no puede adorarse a sí mismo, pero Dios quiso caminar, no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo. Aquello de Moisés tan lindo, acordate? “Pensá, ¿Qué pueblo tuvo un Dios tan cercano que camino junto a vos?” Caminar. Y caminar es abrir fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra. Es verdad que hay que organizar cosas, que hay trabajos que exigen estarse quietos, pero con el alma, el corazón y la cabeza, caminar, buscar. Ir a las fronteras, a las fronteras de todo tipo, incluso las del pensamiento. Los intelectuales de ustedes ir a las fronteras, abrir caminos. Buscar. O sea: no quietos. Porque el que está quieto, el que no se mueve se corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez, el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que se hizo compañero del camino. Y nos puede ayudar ver en la Biblia como el Señor acompañó a su pueblo, incluso haciéndose cargo de los pecados y perdonando y peor. Acompañar. Es decir, caminar. Caminar con ese deseo de llegar algún día a contemplarlo a Él, y no como desgraciadamente suele pasar – pasa en todas partes, pero – gente que más bien viene a asegurar su vida, o a un instituto o a quedarse quieto, a que no le falte nada, no… Caminar, caminar.

El tercero, acompañar. O sea, no caminar solo, porque es medio aburrido, sino acompañar al pueblo porque Dios caminó acompañando. Y me viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el “tonto” con los que se escapaban de Jerusalén a Emmaus: se les puso al lado y acompañó, acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta. Acompañar los momentos de alegría, acompañar la felicidad de los matrimonios, de las familias. Acompañar los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de pecado. Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba. Los van a criticar: “Éste es demasiado avanzado, éste es imprudente…”. Acompañar. Acompañar a la gente, acompañar  tantos deseos que el Señor siembra en el corazón, dejarlos que crezcan bien.

Entonces, me vino decirles esto. Adorar, caminar y acompañar. Entonces, si les sirve, ¡adelante¡ Se los dejo en sus manos. Y como María es la Madre que los cuida, los invito a rezar juntos un Ave María.

Los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

¿Vieron qué bueno que fui, que nos les hice recordar que el fundador había sido jesuita?

 


 

Texto del discurso entregado por el Santo Padre

Queridos misioneros Claretianos:

¡Bienvenidos! Es para mí una alegría poder tener este encuentro con ustedes. Agradezco al Superior General, Padre Matew Vattamattam sus amables palabras, expresión de su comunión eclesial, y le deseo un fecundo servicio en esta responsabilidad que le han confiado sus hermanos.

«Testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio» es, según me han informado, el tema que centra el discernimiento capitular. «Testigos», porque la alegría no se puede comunicar si no está presente y profundamente enraizada tanto en la propia vida como en la de la comunidad. «Mensajeros», porque lo bueno hay que compartirlo y al compartirla la alegría se purifica y se multiplica, haciéndose verdaderamente «evangélica».

¿Cómo han encontrado la Congregación en el análisis capitular? En este ejercicio de discernimiento, ¿Cómo les ha interpelado la voz del Espíritu? Un camino muy seguro para discernir sus llamadas es situarse a la escucha en las diferentes periferias de nuestro mundo. En ellas su voz resuena con mayor claridad. Esto es todavía más importante para una Congregación misionera como la de ustedes.

Estamos celebrando el Año de la Vida consagrada. Con este motivo envié una carta a todos los consagrados en las que les invitaba a mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza. Se los repito de nuevo a ustedes. Cuando en el centro de nuestra vida está Jesús, somos capaces de testimoniar y comunicar la alegría del Evangelio.

Hacer «memoria agradecida del pasado» es dar gracias a Dios por el testimonio de muchos de sus hermanos que, sostenidos por su fe, vivieron con profundo gozo su vocación –algunos de ellos hasta el martirio–. Es también, reconocer la misericordiosa mano del Señor que a pesar de nuestra debilidad y nuestra inconstancia sigue obrando maravillas en medio de su Pueblo.

«Vivir el presente con pasión» es fundamentar su programa misionero en el espíritu de san Antonio María Claret que puso como lema en su escudo episcopal el Caritas Christi urget nos. Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones vitales y pastorales.

«Abrazar el futuro con esperanza», significa no dejarse arrastrar por el desánimo. No tener miedo. Es el Señor quien envía. Pongan siempre los ojos en quienes esperan el anuncio, en quienes necesitan de Su testimonio para sentir la presencia misericordiosa de Dios en sus vidas.

Les agradezco su vida y su trabajo misionero. Hagan llegar, por favor, mi saludo a todos y cada uno de sus hermanos, en particular a quienes, por la enfermedad o por la edad avanzada, colaboran ahora con su oración y su testimonio a la misión congregacional. Cuiden a quienes están en el proceso de formación inicial: ayúdenles a interiorizar aquellos valores que su Fundador les señaló como garantía de fidelidad al carisma con que el Señor bendijo a su Iglesia a través suyo. Y lleven mi saludo también a todos los seglares con quienes comparten la vida y la misión.

San Antonio María Claret, como fundador, les dio un bello título: «Hijos del Corazón de María». Dejen que todas las dimensiones de sus vidas estén profundamente marcadas por esta «cordialidad», que inspiró a María el hermoso canto del Magnificat; y expresen la maternidad de la Iglesia, madre misericordiosa, que nunca se cansa de esperar, acompañar y perdonar. A María los encomiendo y los bendigo. Por favor, no se olviden de rezar por mí; pues lo necesito.

 



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