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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS
PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO ORAGANIZADO
POR LA FUNDACIÓN
CENTESIMUS ANNUS PRO PONTIFICE

Sala Clementina
Sábado 20 de mayo de 2017

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Queridos hermanos:

Os doy una cordial bienvenida con ocasión de la Conferencia Internacional de la Fundación Centesimus annus pro Pontifice. Doy gracias al presidente, Domingo Sugranyes Bickel, por sus gentiles expresiones de saludo en vuestro nombre. Expreso mi aprecio por vuestros esfuerzos en el buscar formas alternativas de comprensión de la economía, el desarrollo y el comercio, para responder a los desafíos éticos planteados por la imposición de nuevos paradigmas y formas de poder derivadas de la tecnología, de la cultura del descarte y de los estilos de vida que ignoran a los pobres y desprecian a los débiles (cf Enc. Laudato si’, 16).

Muchas personas se comprometen para unir la familia humana en la búsqueda común de un desarrollo sostenible e integral, ya que sabemos que las cosas pueden cambiar (cf ibid., 13). Vuestra fundación ofrece también una preciosa contribución precisamente en el considerar las actividades comerciales y las financieras a la luz de la rica tradición de la doctrina social de la Iglesia y de una inteligente búsqueda de alternativas constructivas. Sobre la base de vuestra competencia y experiencia, y en cooperación con otras personas de buena voluntad, os habéis comprometido a desarrollar modelos de crecimiento económico centrados en la dignidad, la libertad y la creatividad, que son características peculiares de la persona humana.

Vuestra Declaración de este año señala justamente que la lucha contra la pobreza exige una mejor comprensión de esta como fenómeno humano y no meramente económico. Promover el desarrollo humano integral requiere diálogo e implicación con las necesidades y las aspiraciones de la gente, requiere escuchar a los pobres y su experiencia cotidiana de privaciones múltiples y superpuestas, elaborando respuestas específicas a situaciones concretas. Esto requiere dar vida, dentro de las comunidades y entre las comunidades y el mundo de los negocios, a estructuras de mediación capaces de poner juntos personas y recursos, empezando procesos en los cuales los pobres sean los protagonistas principales y los beneficiarios. Tal enfoque a la actividad económica, basado en la persona, animará la iniciativa y la creatividad, el espíritu emprendedor y las comunidades de trabajo y de empresa, y de tal forma favorecerá la inclusión social y el crecimiento de una cultural de solidaridad eficaz.

En estos días habéis puesto particular atención a la cuestión crucial de la creación de trabajo en el contexto de la nueva revolución tecnológica actual. ¿Cómo no estar preocupados por el grave problema del desempleo juvenil y de los adultos que no disponen de medios para “promoverse” a sí mismos? Y esto ha llegado a un nivel muy grave, muy grave. Es un problema que ha asumido proporciones realmente dramáticas tanto en los países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo y que pide ser afrontado por un sentido de justicia entre las generaciones y de responsabilidad para el futuro. De forma análoga, los esfuerzos para afrontar el conjunto de las cuestiones conectadas al crecimiento de las nuevas tecnologías, a la transformación de los mercados y a las legítimas aspiraciones de los trabajadores deben tomar en cuenta no solo a los individuos sino también a las familias. Esta, como sabéis, ha sido una preocupación expresada por las recientes Asambleas sinodales sobre la familia, que han revelado cómo la incertidumbre en las condiciones laborales a menudo termina por aumentar la presión y los problemas de la familia y tiene un efecto sobre la capacidad de la familia de participar fructuosamente en la vida de la sociedad (cf Exort. ap. postsin. Amoris Laetitia, 44).

Queridos amigos, os animo, animo vuestros esfuerzos para llevar la luz del Evangelio y la riqueza de la Doctrina social de la Iglesia sobre estos asuntos urgentes contribuyendo a un debate informado, al diálogo y a la investigación, pero también comprometiéndoos en ese cambio de actitud, de opiniones y de estilo de vida que es esencial para construir un mundo más justo, libre y en armonía.

En el formular mi esperanza y mi deseo por la fecundidad de vuestro trabajo, invoco la bendición de Dios sobre vosotros, vuestras familias y los miembros de vuestra Fundación.

 


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