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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE GABÓN ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 25 de marzo de 1988

 

Señor Embajador:

Sea bienvenido al Vaticano, donde tengo el gozo de recibirle, con ocasión de la presentación de las Cartas que la acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Gabonesa.

Me hago eco de los nobles sentimientos de los que dan testimonio las corteses palabras que me acaba de dirigir; particularmente, me hago eco de los deseos tan amables que me ofrece de parte de su Presidente. Su Excelencia El Hadj Omar Bongo. Rogándole le dé las gracias, me es muy grato ofrecerle, por su medio, los mejores votos que hago, por sus intenciones, así como por la prosperidad y el bienestar espiritual de todo el pueblo gabonés.

Usted ha evocado el buen entendimiento existente entre su país y la Santa Sede –de lo cual me alegro– y no dudo que su misión reforzará aún más nuestra convergencia de puntos de vista y nuestros lazos de amistad en una acción conjunta en favor de nuestros hermanos.

Estoy persuadido de que la Iglesia –la cual no tiene otra ambición más que la de proclamar libremente el mensaje de salvación del Señor– puede hacer mucho por mejorar la vida de la comunidad humana. En este proyecto, puede estar seguro, Señor Embajador, de la participación leal de los católicos gaboneses. Llevados por el dinamismo de su fe, están deseosos de trabajar en cooperación fraterna con sus compatriotas por el desarrollo integral del País.

Desde el respeto por las diversas civilizaciones, la Iglesia busca desarrollar el papel de fermento de unidad y le gustaría que el Evangelio vivificase cada vez más el fermento cultural que es la base de una nación. A esta tarea se consagran los Pastores y fieles de Gabón, queriendo de este modo servir los intereses superiores del País. Con la preocupación por los pobres y los pequeños, desean contribuir, según sus medios, al desarrollo de la instrucción, continuando la formación de corazones y espíritu, aportando el gusto por el trabajo desinteresado y por el servicio responsable. Animados por sus obispos, los cristianos desean aportar su contribución al establecimiento de una sociedad más justa y a la continuidad de un diálogo real entre las razas para garantizar la paz, respetando los Derechos de la persona humana y la verdad de las relaciones entre los hombres.

Confío que en su Patria los católicos –a los cuales me permitirá saludar especialmente en esta circunstancia– encontrarán siempre por parte del Estado condiciones favorables para el ejercicio tranquilo de su vida eclesial y de su acción apostólica, dentro del espíritu de buenas relaciones que tradicionalmente ha existido entre nosotros.

Señor Embajador: Formulando fervientes votos por el feliz cumplimiento de su elevada misión, le ruego de buen grado la comprensiva atención de la que usted pueda necesitar. Reiterando mi afecto por el pueblo gabonés y dirigiendo mi deferente saludo a sus dirigentes, pido la constante ayuda del Altísimo para la entera Nación y sus abundantes bendiciones.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.32, p.6.



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