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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LAS DIRIGENTES DE LAS GUÍAS ITALIANAS


Sábado 28 de diciembre de 1963

 

Buena es vuestra intención, conmemorar el vigésimo aniversario de la institución en Italia de la Asociación Católica de Guías. Este pensamiento nos recuerda una escena conmovedora y consoladora, la consagración de las primeras guías, que dieron luego origen y dirección a la asociación, reunidas en las catacumbas de Priscila, hace veinte años precisamente, el 28 de diciembre de 1943. La guerra no había terminado todavía, pero en aquellos trágicos días ya fermentaban las semillas de una nueva vitalidad espiritual y social; las Guías lo intuyeron y surgieron del impulso heroico de aquellas jornadas.

El espíritu de los comienzos

Vuestro recuerdo no se contenga con evocar una escena, sino que penetra en su hondo significado. En el espíritu de los comienzos, siempre lleno de ideas, propósitos, esperanzas y oraciones. Este recurso al espíritu de los primeros días tiene dos ventajas: la primera, decíamos, volver a encenderlo y darle la frescura y la fuerza de entonces e infundir a la Asociación esa conciencia de sí misma, ese vigor que le asegura y, si preciso fuera, le restituye una primavera juvenil, no extenuada, ni anulada en las mismas formas y de corazón débil, sino dispuesta hoy, más que entonces, a vivir con plenitud su programa y a proponerse nuevos proyectos. La segunda ventaja es poder advertir que en este período de tiempo, no breve, la Asociación se ha conservado fiel a sus compromisos iniciales, coherente y progresiva en su no fácil desarrollo, siempre continuo y regular. Esta realidad ha de ser un consuelo para las personas que han fundado y dirigido la Asociación; pensamos, con agradecimiento, en las fundadoras, en las antiguas y en cuantas han formado la cadena a partir de aquel lejano eslabón inicial y han prolongado la continuación de la Asociación desde sus comienzos hasta hoy. No citaremos nombres, dejando que vosotras, en nombre nuestro, expreséis un tributo de agradecimiento a quien lo merece; nos limitamos a dar las gracias a los asesores eclesiásticos, y de ellos al general, el reverendo padre Agostino Ruggi d'Aragona, aquí presente.

Sería este el momento para hacer balance de vuestros veinte años, pero no el lugar oportuno. Será el tema de este Congreso conmemorativo. Nos limitamos, en lo que se refiere al balance general, a destacar, con gratitud a Dios y complacencia para vosotras, que es activo. Pues registra buenos y abundantes resultados, que hablan de la perfección del método, del celo de las dirigentes, de la correspondencia de las afiliadas, de la exigencia y de los beneficios del ambiente católico, de la confianza y del sostén de las familias; factores todos que actúan de formas diversas, pero todos contribuyen, con la ayuda del Señor, a resultados consoladores. También Nos, de corazón, gozamos por ello. En cuanto al balance previsible, las previsiones son igualmente buenas. Las mismas dificultades que la Asociación encuentra para salir al paso de su nuevo y rápido crecimiento son un indicio del aumento que está experimentando y del propósito de responder a las exigencias de expansión que parecen circundarla por todas partes. Sólo nos queda congratularnos con vosotros por tan consoladores y prometedores fenómenos, exhortándoos a perseverar.

Actualidad de una misión

Vuestra misión educadora merece nuestro aplauso y nuestro aliento; confiamos que llevará al campo de la formación juvenil de la joven cristiana una nota original y característica que otras organizaciones no podrían tan fácilmente conseguir, y que en el variado y libre concierto de la vida católica organizada puede y debe coordinarse armoniosamente. La vuestra no puede ser, ciertamente, una fórmula de educación para toda la juventud femenina; exige mucho, comenzando por una cierta y especial apetencia por el método scout, que no la tienen todas las jóvenes de nuestro tiempo, pero puede ofrecer a sujetos y ambientes particulares un camino magnífico de formación humana y cristiana. Perseverad, pues, generosamente, tratando de conservar buenas relaciones en las comunidades en que la Asociación se desarrolla y en el campo organizativo y social en que se desenvuelve su actividad; a esto os ayuda, por lo demás, vuestro espíritu de lealtad, de concordia y de servicio. En esta ocasión propicia que la audiencia nos ofrece nos limitaremos a dos sencillas recomendaciones, que no pretenden entrar en el ámbito de vuestros programas, sino más bien en el de vuestras almas. Son, una que podríamos referir al campo interior de vuestras asociaciones y la otra al externo.

Fidelidad al método educativo

La que se refiere al interno no es otra cosa que una exhortación a prestar importancia, a tomar en serio, a seguir con rigor el método educativo propio de las Guías. No es una exhortación al formalismo, a la sobrevaloración de las normas exteriores que regulan la Asociación, al juego convencional en que esto se desarrolla, es un reclamo al secreto que hace eficaz ese método mismo; únicamente si se da sentido a las formas que propone y se reconoce un empeño moral en las normas que prescribe, su uniforme se convierte en una divisa, su reglamento en una escuela y sus prescripciones en una pedagogía.

O vivís con plena adhesión vuestro método, y entonces tiene una singular capacidad formativa, o lo lleváis con escaso entusiasmo, y entonces se convierte en un juego complicado y no siempre persuasivo. Esta adhesión es tanto más recomendable cuanto más interesa el significado moral de las símbolos representativos y de las formas convencionales que el método emplea, su lenguaje simbólico se hace palabra verdadera, su artificio se convierte en iniciación en la comprensión auténtica de la realidad humana; fenómeno que se da fácilmente cuando toda vuestra actividad se desarrolla en un ambiente en extremo real de la vida religiosa y moral católica. No es una distracción, una fantasía, un deporte, es un arte, una disciplina, un escenario representativo, que desde la pantalla externa de los símbolos os introduce gozosa y vigorosamente en el mundo de la verdad.

Presencia en el mundo externo

La otra recomendación se refiere al deber que la Asociación ya realiza magníficamente, pero que es preciso recordar muy bien: la obligación de tener los ojos abiertos ante el mundo exterior que os rodea, la familia, la escuela, la comunidad religiosa, la sociedad a que cada una de vosotras pertenece. No sería una educación perfecta la de vuestro método si os separase de los contactos y rompiera los vínculos que os ligan al mundo exterior, que es el mundo real del que todos recibimos y al que todos estamos obligados. Podría ser menos digna de una educación realista y moderna la evasión posible y continuada que el método os ofreciera del ambiente circunstante, que os hiciera menos sensibles a los deberes que él os exige, a las necesidades que presenta y a los beneficios que puede ofrecer. Vuestra actividad no os debe apartar de la escena normal que os rodea, sino que os debe ofrecer un modo peculiar para injertaros útil y ejemplarmente en el mundo mismo. ¿Vuestra disciplina deberá sustraeros de la participación en las actividades culturales y espirituales de vuestro ambiente? ¿Podrá hacer que os consideréis extrañas a los problemas de la vida que vivís? ¿Podrá hacer de vuestro grupo un cenáculo extraño a la vida comunitaria y litúrgica de vuestras parroquias? Ciertamente que no. Sabemos muy bien que es una de vuestras principales preocupaciones comprender todas las cosas del mundo en que la Providencia os ha llamado a vivir y ofrecerle vuestra generosa participación de solidaridad, de presencia, de ejemplo y de servicio. Esto marcha bien y Nos lo revalorizamos con nuestro aliento y con nuestro encomio.

Auspicios para el futuro

Y también con un augurio, que vuestra Asociación se enriquezca no solamente con nuevas afiliadas que quieran educarse, sino también con nuevas afiliadas educadoras para realizar una gran tarea formadora. Sabemos que la Asociación precisa estas afiliadas educadoras para extender sus cuadros allá donde es requerida su benéfica presencia, y que la necesita tanta juventud que espera se le ofrezca una fórmula viva, genial, cristiana, a la que dar el nombre y el corazón y recibir de ella la impronta de una verdadera educación humana y cristiana.

Con estos votos y exhortaciones os damos a todas vosotras, y a cuantas afiliadas, dirigentes, educadoras y amigas vosotras representáis, nuestra bendición apostólica.

 



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